Un sueño loco

Durante 1983 se produjo uno de los hechos más importantes de mi carrera profesional. Habiendo apoyado al Partido Socialista públicamente, se me consideraba en la profesión como muy bien situado en el nuevo gobierno. La realidad era que había conocido a Alfonso Guerra y Felipe González en casa de Julio Feo, que era Jefe de Gabinete del Presidente, y poco más. Alfonso, que era muy cinéfilo, había asistido a algunos de mis estrenos y a petición mía había escrito un artículo sobre Buster Keaton, que publicó El País. Miguel Echarri hijo, huérfano de apoyos políticos y convencido de que sin ellos nada se podía hacer, vino a proponerme coproducir con él la serie "Los Pazos de Ulloa", basada en el clásico de Emilia Pardo Bazán. Tenía un proyecto que consistía básicamente en unos guiones infectos y pretendía que la dirigiera un jefe de producción reconvertido en director, Andrés Velasco. Acepté su proposición con la condición de que me dejase encargar nuevos guiones y elegir un director. Ofrecí el proyecto a Manuel Gutiérrez Aragón y a Erice. Víctor se marchó a su casa en la Alpujarra para pensárselo con calma y meses después me contestó que "quizás sí". Pero para entonces ya había encargado escribir los guiones a Manolo para que los dirigiera Gonzalo Suárez.

LOS PAZOS DE ULLOA.

Con los nombres de Manolo y Gonzalo y un reparto con Victoria Abril, Omero Antonutti, Charo López y José Luis Gómez, resultó relativamente sencillo convencer a Televisión Española, especialmente a su reponsable de ficción, Juan Manuel Martín de Blas, de que aceptaran el proyecto y lo financiaran íntegramente. Para entonces ya había comprado a Echarri su participación en el proyecto. Jamás tuve que utilizar ninguna recomendación política, ni exhibir simpatía alguna por nadie; sólo me limité a utilizar, quizás por primera vez en mi vida profesional, criterios de producción acertados. No conseguí que Manolo terminara a tiempo los guiones, pero sí que lo hiciera Carmen Rico Godoy.

El rodaje de "Los Pazos de Ulloa" resultó un paseo, lo seguí día a día. Construimos un decorado espectacular en los antiguos Estudios Bronston, de Chamartín. Gonzalo logró una sintonía y complicidad con Victoria Abril muy notables y tuve el desagradable deber de rescindir el contrato de una joven actriz, Maribel Verdú, a la que habíamos elegido para interpretar el personaje protagonista en su adolescencia. La relación de Victoria con Gonzalo permitió a Petete -como comenzaría a llamar el equipo a Victoria-, apoderarse de la interpretación del personaje en sus dos edades, con catorce y con treinta años.

"Los Pazos de Ulloa" gozó de un equipo de lujo y, sin duda, el técnico más influyente y distinguido fue Gerardo Vera, ya por entonces prestigioso director artístico y diseñador de vestuario. Sus trabajos en teatro y su paso por algunas películas de Carlos Saura le habían dado un merecido prestigio. Mi buena relación con Gerardo fue inmediata. Nos conocimos un domingo por la mañana, en la terraza del Café Teide, al lado del Gijón, y me presentó por primera vez unos bocetos para el decorado del Pazo donde transcurría la acción que eran absolutamente espectaculares.

Gonzalo Suárez ha sido siempre muy justamente admirado por los jóvenes cineastas, como escritor y director de cine. Es un autor tan personal que es posible que le admire y quiera todo el mundo, porque dada su peculiaridad no resulta competencia para nadie. Curiosamente, en su admiración coincidían dos jóvenes que por entonces ni siquiera se conocían: Fernando Trueba y Pedro Almodóvar. Fernando era muy amigo suyo y Pedro le pasaba algún guión a máquina de vez en cuando. Fue, por lo tanto, Gonzalo quien por primera vez empezó a hablarles bien de mí a aquellos dos jóvenes directores.

PEDRO ALMODÓVAR Y FERNANDO TRUEBA

Por entonces Fernando había estrenado "Ópera prima" y "Sal gorda" y Almodóvar "Qué he hecho yo para merecer esto". La producción española era tan endeble y ciega que ninguno de los dos tenían productor para sus próximas películas.

La casualidad quiso que, casi al final de las 18 semanas de rodaje de "Los Pazos de Ulloa", se me ocurriese que debíamos rodar una película utilizando el decorado de la serie, el interior de un Pazo gallego y el complejo de un gran piso de Santiago de Compostela. Gerardo se comprometió a transformarlos en un gran piso de Madrid de época actual. Compré los derechos de la obra de teatro "Sé infiel y no mires con quien", un vodevil de John Chapman y Ray Cooney, que había tenido mucho éxito en Inglaterra. Andrés Kramer, padre de la por entonces colaboradora mía, Margarita, me facilitó los derechos y me puso en contacto con los propietarios, el productor, autor y director de teatro Justo Alonso, Nacho Artime y Jaime Azpilicueta. Con éste último pacté que dirigiría la película. Recurrí a Manolo Gutiérrez Aragón para escribir el guión, pero él estaba muy ocupado con sus propios proyectos y viajes y lo único que consiguió fue entretenerme unas semanas. Finalmente se lo propuse escribir a Fernando Trueba. Yo lo había saludado en una ocasión en que vino a mi oficina a recoger unas fotos de Buster Keaton para ilustrar alguna crítica de El País, Casablanca o La Guía del Ocio, publicaciones en las que colaboraba. Fue un sábado cuando llamé a Fernando y le ofrecí el trabajo de guionista. Al día siguiente, domingo, quedamos en el Café de Ópera y charlamos del proyecto. Más tarde supe que aceptó el encargo en contra de la opinión de sus amigos, porque parece ser que, cuando me preguntó qué clase de adaptación quería, le dije que una absolutamente infiel a la obra. Mi razonamiento era muy sencillo: la obra había sido una representación de enorme éxito, con cinco años en cartel; si fallábamos siguiendo el texto al pie de la letra, la profesión diría que éramos gilipollas, pero si lo hacíamos siendo infieles y apartándonos del original sólo nos llamarían locos. Y, entre lo primero y lo segundo, prefería lo segundo.

Pronto Fernando y yo simpatizamos. Nos empezamos a ver una vez a la semana, comíamos en la Casa de Campo y me contaba sus dificultades con el guión. Hablábamos mucho de cine y política y en seguida me impresionó su talante, inteligencia y honradez intelectual. Cuando me entregó las primeras cuarenta páginas del guión supe que él era el director de la película. Cuando se lo propuse, Fernando me respondió, con su habitual buen sentido, que esperase a tener el guión completo. Días después rompí mi compromiso verbal con una carta cobarde que envié a Jaime Azpilicueta y por la que debo excusarme cada vez que me tropiezo con él. Pero jamás me he arrepentido, porque si hay algo que es completamente cierto de mis recuerdos personales y profesionales es que el encuentro y la colaboración que he mantenido con Trueba es lo mejor que me ha ocurrido como productor. Juntos hemos creado muchas películas -algunas que todavía no están rodadas-, he visto crecer a su hijo Jonás y he confirmado que detrás de un gran hombre puede haber una mujer todavía más grande. Cristina Huete.

SE INFIEL Y NO MIRES CON QUIEN

El rodaje de "Sé infiel..." me enseñó que existía una nueva forma de concebir la producción, muy alejada de la que acostumbraba en el cine español hasta entonces. Los nuevos directores como Trueba se sentían más autores de sus películas (si cabe) que los clásicos a los que admiraban, pero a la vez hacían participar con mayor responsabilidad y entusiasmo al resto del equipo. El ambiente era más participativo, menos autoritario y resultaba para todos mucho más excitante. En "Sé infiel..." vi totalmente entregados a actores y actrices como Carmen Maura, Ana Belén, Santiago Ramos, Antonio Resines, Chus Lampreave, Verónica Forqué, Willy Montesinos y al desaparecido Pirri. No hacía falta plantearse una gran película con mensaje y tonterías para entregarse a ella con amor y arte. El día del estreno de "Sé infiel..." Fernando partió por la mitad un billete de 500 pesetas, una para él y otra para mí. Desde entonces llevo mi parte como talismán en mi cartera de bolsillo y creo sinceramente que desde ese día la suerte siempre ha estado de mi parte.

Al tiempo que rodábamos "Sé infiel..." también producíamos "Flecha negra", una coproducción con Harry A. Towers, financiada por L. Ron Hubbart, líder de la Iglesia de la Cienciología. La película se relizaba para el Disney Channel de Estados Unidos y dado que a los guías espirituales de Travolta, Cruise y tantos otros les estaba prohibido participar en estas aventuras comerciales, en los títulos de crédito figura una dedicatoria a L.R.H. (L. Ron Hubbart). No tengo recuerdos destacables de esta película, salvo la participación en el reparto del genial Oliver Reed y la imagen de José Garasino parando el tráfico en Navacerrada, en la que fue su primera película como auxiliar de dirección.

El verano de 1985 lo pasamos en una casa alquilada en Guadalix de la Sierra, donde recibí de vez en cuando a Pedro Almodóvar y a Fernando Trueba. Recuerdo a Pedro, jugando al paddle con Fernando o bañándose en la piscina con Jonás Groucho Rodríguez Huete Trueba (el hijo de Fernando y Cristina, que por entonces debía de tener unos seis años) al tiempo que gritaba: "¡Jonás llámame mamá!" Durante ese verano se fraguó la que sería mi única película con Almodóvar y también la última que él haría con un productor que no fuera su hermano Agustín.

Nuestra relación comenzó muy bien y acabó regular. Supongo que fueron Gonzalo Suárez o Javier de Garcillán quienes le recomendaron que viniera a verme para ofrecerme su proyecto. Tenía un guión titulado "Lo inevitable", que había escrito junto a Jesús Ferrero, y que Alfredo Matas le había prometido financiar a través de la productora In-Cine. Esta compañía había distribuido las películas de Almodóvar, producidas por Jacques Hachuel con Tesauro. El guión no gustó a Matas, quien prefirió perder las cantidades entregadas antes que arriesgarse haciendo la película.

MATADOR

En cuanto Pedro vino a verme, nos pusimos de acuerdo y firmamos dos películas: "Lo inevitable" y "La ley del deseo". Mi aportación más significativa a la primera fue darle el que sería su título definitivo, "Matador", y a la segunda, liberar a Pedro de su compromiso conmigo para que la produjese él mismo junto a su hermano, creando la productora "El Deseo". Para esta aventura de autoproducirse, contó con la entusiasta y útil ayuda de Carmen Maura y Pilar Miró, quienes le animaron y tutelaron.

La excusa que me dio Almodóvar, cuando nos dimos cuenta de que no podíamos seguir trabajando juntos, fue que no soportaba que yo estuviera todo el día con otros directores, como Trueba, Saura, etc. Quería un productor para él sólo. También encajó muy mal unos comentarios críticos que hice sobre "Matador", así que decidimos romper nuestra alianza. Desde entonces nos odiamos, en mi caso cordialmente, pero eso no ha impedido que unos años después le ofreciera dirigir "Perdita Durango" o que, como miembro de la Academia Americana que soy, le votara para ganar su Oscar por "Todo sobre mi madre" en 1999.

Rodar y estrenar con Trueba y Almodóvar casi simultáneamente atrajo la atención de otros cineastas y me valió, por fin, la consideración de la industria. Por entonces Romualdo Maldonado, el dueño de Gecisa, una empresa de alquiler de material eléctrico, me había presentado a Juan Manuel Velasco, un broker financiero, de profesión intermediario, con el que constituimos la productora Cía. Iberoamericana de TV, S.A. que más tarde se convertiría en Iberoamericana Films Producción, S.A. e Iberoamericana de Derechos Audiovisuales, S.A. Desde entonces, he recorrido un largo camino que me llevaría con Juan Manuel Velasco a Antonio Gutiérrez Amador, dueño de Transportes Candi, y más tarde a la pareja Vicente Vieitez y Javier Calvo. Luego me uní a Lolafilms, S.A., productora originalmente con base en Barcelona, fundada por José Manuel Lara y Manuel Lombardero y en la que invité a participar a Pablo Atienza y el banco de inversiones Gescapital. A mediados de los noventa, mantuve un breve aunque fructífero matrimonio con el grupo PRISA de Juan Luis Cebrián y Jesús Polanco, para finalmente llegar a Telefónica de la mano de Pedro Pérez, primero con Juan Villalonga y Javier Revuelta y ahora con César Alierta.

Estas pocas líneas resumen mi trasiego empresarial reciente en el que ha primado mi trabajo como productor. Siempre he contado con la entusiasta colaboración de las personas que he mencionado y que me ha permitido financiar más de 70 películas, casi todas marcadas por una relativa coherencia. En ellas he buscado la diversidad y el afán por la calidad y casi siempre he intentado conseguir la complicidad del público, ya fuera en general o de algún segmento en particular.