Como muchos otros empecé a producir
películas fascinado por el mundo del cine. Desde muy joven aprendí
que el productor era ese elemento clave que "mueve los hilos". Fue
a finales de los años 50 cuando supe de la existencia de Stanley
Kubrick y James B. Harris, Roger Corman y su hermano Gene, François
Truffaut y Georges de Beauregard, Robert Bresson y Anatole Dauman,
y otros equipos de directores-productores, que hicieron las
películas más bellas vistas en mi juventud.
A mí personalmente, me costó veinte
años de aprendizaje acercarme a Fernando Trueba, Carlos Saura, Álex
de la Iglesia, Bigas Luna y con ellos producir las películas que
más satisfacciones me han dado en mis años de trabajo.
Títulos como "El año de las luces,
El sueño del mono loco, Belle Époque, La niña de tus ojos, Jamón,
Jamón, El día de la bestia, ¡Ay, Carmela!, La comunidad, Segunda
piel, La pasión turca, Torrente, el brazo tonto de la ley y alguna
otra son mis películas favoritas.
Desarrollar armónicamente una
relación productor-director es clave para diseñar, preparar, rodar,
terminar y comercializar una película. En todos estos procesos, que
a veces suponen años, el productor debe liderar, respetando y
apoyándose en la autoría del director, todos estos procesos que
deben posibilitar hacer la película que ambos quieren. El
productor, incluso cuando lleva la inciativa en la idea, es un
mecanismo de capacitación: un creativo, pero no el creador.
Utilizando un ejemplo gráfico, el director da a luz la criatura,
mientras que el productor actúa como la comadrona; sin comadrona,
la criatura y el creador están en peligro. En mi opinión para
conseguir este delicado equilibrio el productor debe intervenir
sobre todo en la primera fase de producción, en el desarrollo de la
idea y el guión y en la elección de los elementos creativos y
artísticos necesarios para dar forma a la película. Luego debe
dejar al director rodar a su criterio y volver a intervenir
decisivamente en la fase de postproducción y comercialización de la
película. Y sobre todo, que guste al público. Porque, como una vez
sentenció Álex de la Iglesia, "son buenas las películas que gustan
al público, y gustan porque son buenas".
El productor de cine debe saber
elegir la película a hacer. Y, sobre todo, "empaquetar" el proyecto
con los elementos creativos y artísticos que pueden hacerla
atractiva al público. Decidido lo anterior, la calidad técnica, hoy
día, se da por sentada. Una imagen y sonido competentes son algo
obligatorio y ya no supone ningún mérito añadido. Que los actores
interpreten adecuadamente a sus personajes puede controlarse, pero
donde los errores son irremediables es cuando se eligen las
historias y el director, la forma de contarlas, los lugares donde
rodar y las magnitudes de la producción. Estas decisiones son las
que verdaderamente, junto con la elección del reparto, conforman el
resultado final de la película.
Aunque es verdad que el productor
debe ser un buen gestor, comerciante, relaciones públicas, etc.,
creo sinceramente que con que se sepa ir ligeramente por delante de
los gustos del público, adelantándose a éste para producir hoy lo
que los consumidores le reclamarán mañana, se es PRODUCTOR.
A.V.G. [Las artes
audiovisuales]