El oficio de productor

CINE DE AUTOR VERSUS CINE DE ENCARGO 01

En España el culto al autor, heredado de la Nouvelle Vague francesa y mal entendido, ha impedido el desarrollo de los verdaderos productores. En la mayoría de los casos se ha privilegiado la figura del productor ejecutivo, una persona cuya tarea se limita a la obtención y gestión de fondos, que se transforma a corto y medio plazo en un simple intermediario entre el autor y los organismos de financiación. Perseverar en esta política de autor es catastrófico. Una generación entera de cineastas sufre ahora sus consecuencias. Durante los años 60 y 70, el nuevo cine español elevó al pedestal de mitos a los autores de algunas películas extraordinarias (Erice, Saura, Berlanga), auténticos pensadores y analistas de la realidad social y humana que crearon de este modo un cuerpo de obra que hoy es de obligada referencia para nuestros autores. Pero este resurgir de la figura del director-autor tuvo un efecto perverso no deseado: animaron a otros muchos directores de dudoso mérito y mediocre visión a considerarse también autores, dados los dividendos, especialmente egocéntricos, que de este talento obtenían. La consideración del cine como un medio de comunicación amplio, quedó dañada y desprestigiada por estos ejemplos. Se produjo una crisis muy grave, hasta finales de los años 80, en los que los espectadores huían, literalmente, de las películas españolas. Hizo falta una nueva generación de directores y productores, que alcanzan su madurez creativa a principios de los 90, para sentar las bases de una nueva revolución estética y creativa: el cine entendido como medio de entretenimiento al servicio del público. 

Gracias a ellos y a otros directores más veteranos pero con una visión más amplia de la industria, se está consiguiendo, poco a poco, quitar el sentido peyorativo a la expresión película de encargo. Un desafortunado calificativo que es falso desde el comienzo, ya que exceptuando los directores que producen sus propias películas, todo director está a las órdenes de un productor que le encarga hacer una película, aunque sea una idea que el autor ha creado y llevado hasta el despacho del productor. 

A pesar de lo que digan algunos exacerbados defensores del antiguo orden del director-autor, esta nueva tendencia no implica de modo alguno una disminución de la calidad artística de las películas. Por el contrario, si analizamos algunas de las películas más taquilleras de los últimos diez años veremos que en todas ellas hay siempre un mensaje, sólo que en lugar de intentar que el público lo trague a palo seco se introduce con mayor sutileza en el envoltorio de una película comercial.

Podemos decir, en resumen, que la figura del productor entendido como creador o fabricante de películas es hoy más necesaria que nunca. El productor tiene la visión de conjunto y la perspectiva necesaria para encauzar los esfuerzos creativos y el talento de los autores, tarea que siempre debe encararse desde una perspectiva de respeto y diálogo.

A.V.G. [Las artes audiovisuales]