("La isla del tesoro").
Esta película, financiada con
dinero de cinco o seis procedencias, fue el comienzo de mi amistad
con Orson Welles. Desde el primer momento se estableció una mutua
corriente de simpatía e interés entre los dos, que continuaría casi
hasta su muerte, pocos años después.Mi primer contacto con Orson
fue en el restaurante "Maxim´s", de París, donde Harry y yo
estábamos citados con él para conocer su reacción al guión que
siete días antes le habíamos entregado. Después de un excelente
almuerzo, acompañado con el mejor vino blanco seco francés, Welles
nos entregó un sobre con un guión suyo de "La isla del tesoro"
firmado con un seudónimo. Nos dijo que ésa era la película que
estaba dispuesto a rodar. Harry, que nunca buscaba la confrontación
directa, aceptó el ofrecimiento de Orson y rodamos su guión para
las escenas de "Long" John Silver y el guión de Harry en lo que se
refiere a las demás. Recuerdo que semanas después, en el Hôtel du
Cap d´Antibes, estaba en una reunión con el presidente de American
International, Sam Arkoff, y le pregunté que le había parecido el
guión. Me respondió: "Chaval, Harry nos ha escrito muchos guiones,
casi todos en vuelos Singapur-Londres; éste parece escrito en un
vuelo Londres-Dublín". Y era verdad; por aquel entonces, Harry
llevaba siempre encima una máquina de escribir portátil Olivetti y
torturaba a sus compañeros de vuelo con su incesante teclear, que
producía generalmente un guión al final del vuelo.
Así fue como en París concretamos
con Orson los términos de su contrato. Él exigió ser el responsable
de su vestuario y aportó el loro que acompañaría al personaje en la
película.
Rodamos la práctica totalidad de
"La isla del tesoro" en Mojácar Y Garrucha (Almería). Orson y yo
alquilamos dos chalets contiguos en la urbanización Puerto Rey y
allí pasamos seis o siete semanas hablando lo menos posible de la
película y mucho de política, de Buster Keaton (a quien adoraba),
de Chaplin (a quien detestaba) y, sobre todo, de los muchos
proyectos que Orson tenía entre manos y que decidimos realizar
juntos.
Durante nuestra estancia en
Almería, Clifford Irving, un norteamericano residente en Ibiza,
había sido detenido en los Estados Unidos por falsificar una
autobiografía de Howard Hughes. Welles sabía que Irving y François
Reichenbach habían rodado en Ibiza una especie de documental sobre
el famosísimo falsificador de cuadros Elmyr D´Hory. Fascinado por
la idea de la fasificación y la impostura, Welles consiguió
convencer a Reichenbach para que le dejara el material filmado y
completar así una película sobre tres magos de la falsificación:
Elmyr, Irving y él mismo. Así nació "Fake", película que finalmente
coprodujeron Reichenbach y Welles y en la que yo participé muy
activamente. Rodamos muchísimas escenas en Almería, de noche,
cogiendo "prestados" los equipos de "La isla del tesoro", e incluso
hice mi único papel en el cine (de presentador de TV). En poco
tiempo casi terminamos la película, que se acabaría con un rodaje
en Chartres. Para completarla, tuve que pagar parte de la fianza
para que Clifford Irving saliera de la cárcel de Nueva York. Mi
encuentro con él en el Hotel Algounquin fue de lo más excitante,
porque siempre me han gustado los aventureros y los
"outsiders".
"La isla del tesoro" y Fake
consolidaron mi relación con Welles y firmamos un acuerdo de tres
años, de mutua exclusividad, mediante el cual nos propusimos
completar todos los proyectos inconclusos de Orson. Trabajamos
juntos los años 1972 y 1973 y, entre mis muchos recuerdos, está el
de la mañana en que supimos que ETA había matado a Carrero Blancco
y las largas sesiones del juicio contra Nixon. Eran temas de
actualidad que apasionaban a Welles. Su placer favorito era comer
en Casa Valentín, frente al Estadio Santiago Bernabeu, y por la
tarde dormir la siesta viendo a los payasos Gaby, Fofó, Miliki y
Fofito, a quienes adoraba.
Rodamos escenas para "The Making of
Othello" con Michéal McLiammoir, nos reunimos con Henri Langlois
-mítico director de la Cinemateca francesa- para recuperar parte
del negativo de "Don Quijote" y, sobre todo, reiniciamos y casi
acabamos el rodaje de "The Other Side of the Wind".
La larga tarea de finalizar esta
película, en la que Welles había trabajado durante años, fue
probablemente una de las tareas más difíciles y complejas de mi
carrera de productor. En cualquier caso, fue una experiencia
valiosísima, que comenzó en Madrid, donde diseñamos las estrategias
a seguir en el Hotel Eurobuilding, donde Welles se hospedó unos
cinco meses, para continuar en París, donde nos instalamos todo un
verano en el Plaza Athenée y desde donde procuramos obtener la
financiación necesaria.
Dos personas fueron decisivas para
que nuestro proyecto arrancara. Uno, el Dr. Boucheri, director de
"La Casa de Irán", tienda de lujo situada en los Campos Elíseos,
donde se vendía artesanía persa y caviar iraní. Boucheri estaba
casado con una hermana del Sha de Persia y, con la promesa de rodar
en Irán, obtuvimos alrededor de un millón de dólares. Las
acrobacias que hubo que hacer me obligaron a enviar a un decorador
español, José María Alarcón, para convencer al Gobierno del Sha de
que realmente comenzábamos a diseñar allí nuestro rodaje y prometer
que Welles aparecería meses después.
La otra persona decisiva en nuestra
estancia en París para completar nuestras necesidades financieras,
resultó ser Klaus Hellwing, un excelente productor - financiero -
distribuidor alemán de películas de Arte y Ensayo.
El poder acercarse a Welles fue
para Klaus razón suficiente como para remover Roma con Santigo y
ayudarnos. Tuvimos que seducir a varios de los clientes televisivos
de Hellwing pero, al final, con mucha comida y buen vino francés,
fuimos venciendo resistencias y aquel verano pudimos irnos a los
Estados Unidos con treinta cajas de puros Churchill, camuflados en
archivadores A-Z, y casi un millón de dólares en efectivo.
Nos instalamos en pleno desierto,
en la casa donde Antonioni había rodado "Zabriskie Point", con un
equipo técnico de diez personas entre ellos Rich Little, John
Huston, Mercedes McCambridge, Gary Graver y Norman Foster. Durante
seis meses intentamos terminar un filme que nunca pudo ser
completado, viviendo toda clase de peripecias y aventuras, algunas
de ellas cómicas y otras no tanto. Pero finalmente tuvimos que
rendirnos; no había manera de terminar aquella película. Sé que se
han hecho intentos para recopilar y montar el material que se había
rodado, pero la mayor parte del negativo está en París, en manos de
los iraníes que contribuyeron a la financiación y que finalmente
reclamaron su parte.
Sobre mi final con Welles se han
contado algunas mentiras, que él me aseguró que nunca había
inspirado y, por lo tanto, nada quiero discutir. Entrar en los
detalles de nuestra ruptura, que siempre fue amable y educada, no
me parece relevante, al lado de todos los momentos maravillosos que
viví con este hombre. Aunque si debo dejar claro que si abandoné el
proyecto no fue por razones económicas. Mi pacto escrito y firmado
con Welles preveía un trabajo de productor, no de inversor. Bien
sabía Welles que yo no contaba con recursos económicos para
financiar películas en Estados Unidos. Pero sí me comprometí, al
igual que él, a trabajar en exclusiva e intentar acabar sus
películas incompletas. Cuando me convencí de que ello acabaría con
mi vida personal, mi familia y mis hijos, decidí volver a España.
No obtuve ningún beneficio económico, aunque doy por bien empleado
mi tiempo. Personas del entorno de Welles, las mismas que están
ultrajando su obra y viviendo de ella, justificaron sus
dificultades con mi abandono e incluso contaron que yo me había
apropiado de un dinero iraní que nunca existió, salvo el que se
justificó adecuadamente.
Durante el rodaje de "The Other
Side of the Wind" habíamos tenido como estrellas invitadas a muchas
personalidades de Hollywood, como Dennis Hopper, Joseph Cotten,
Claude Chabrol, Charlton Heston. Cuando me despedí de Welles en
Cave Creek, el pueblito de Arizona donde habíamos pasado más de
seis meses, decidí visitar a Hopper e invitarle a protagonizar un
nuevo proyecto que estaba preparando. La película, que se llamaba
"The Sky Is Falling" o "Las flores del vicio" en su versión
española, era un guión que por entonces me habían escrito un
escritor, Win Wells, y un director, Silvio Narizzano. Silvio había
alcanzado una cierta notoriedad por una película llamada "Georgy
Girl", que había lanzado a Lynn Redgrave y a Charlotte Rampling.
Dennis vivía por entonces en Taos (Nuevo México), un pueblecito de
artistas plásticos, famoso por su reserva indígena. Volé de Los
Angeles a Alburquerque y de allí a Santa Fe, donde Hopper me
esperaba con un jeep lleno de cerveza que nos fuimos bebiendo por
el camino. De vez en cuando hacíamos una parada para recomponernos
mínimamente, todo perfumado con el aroma de los cigarrillos que por
entonces estaban de moda. Tres días en Taos, donde nace el Río
Grande, me sirvieron para que Hopper se comprometiese a venir a
España, un año después, a rodar la película.
Después de la aventura Welles, me
esperaba en Madrid una oficina en Gran Vía que servía de
productora-distribuidora. Había comenzado a distribuir película de
Arte y ensayo, especialmemte húngaras y francesas, además de
reponer y en algún caso estrenar, clásicos de Buster Keaton y
Chaplin y títulos como "Johnny Guitar", de Nicholas Ray.
Como productor participé
minoritariamente en la iniciativa francesa "Le Complot", con un par
de semanas de rodaje en Madrid, de cuyo título me quedo con la
maravillosa experiencia que supuso trabajar con grandes actores
como Michel Bouquet, Michel Duchaussoy, Jean Rochefort o Marina
Vlady. Durante este rodaje recuerdo que los actores pidieron hablar
conmigo un día. El motivo era que el maquillador, Fernando Florido,
se les acercaba a retocar justo antes de que el director dijera
acción con una colilla de puro en la boca. Recuerdo a Bouquet que
me decía: "Andrés, todos nosotros somos muy buenos profesionales,
pero la diferencia entre una interpretación buena y una excelente,
puede estar en sólo un pequeño detalle, que el puro del maquillador
-al desconcentrarnos- nos impide encontrar". La relación de los
actores con Florido era excelente en el resto de los asuntos, pero
querían que yo impidiera que Fernando se acercase a ellos con el
puro en la boca. Pequeños trabajos de productor.