Desde las conversaciones de
Salamanca, en los años cincuenta, en que Juan Antonio Bardem
calificó a nuestro cine de industria raquítica, nadie se ha
preocupado de desarrolarla eficazmente. Curiosamente, solamente un
autor como Berlanga es quien ha reclamado la necesidad de vincular
al cine con sectores estatales relacionados con la actividad
puramente económica, como el Ministerio de Industria. Al igual que
el cine europeo, en España la mayor debilidad está producida por
nuestra negativa a verlo como industria, en la que tienen
primordial importancia actividades en cadena, como son la
producción, el marketing, la distribución y la exhibición. No tiene
sentido fabricar algo, cuando no se tienen los medios para
venderlo. En este sentido, cada año se ruedan, montan y sonorizan
unas quince o veinte películas españolas que nunca llegarán a las
salas. Es cierto que en muchos casos esta muerte prematura se debe
a la baja calidad de las obras, pero en más de una ocasión algunos
filmes de auténtica calidad quedan estrangulados por la
imposibilidad de encontrar un distribuidor que garantice sus acceso
a las pantallas de exhibición.
Una industria de éxito necesita
relacionar los medios artísticos de que dispone con los elementos
financieros y comerciales que lo hagan posible. Estos elementos no
son excluyentes, sino que por el contrario, relacionados
adecuadamente, llevan al éxito. La industria norteamericana es la
única que claramente lo ha visto y comprendido. En Hollywood, a la
vez que se piensa en mejorar la calidad de su cine, se aprecia la
fuerza comercial del vídeo y se utilizan e investigan las nuevas
tecnologías. Ésta es una tarea de transformación constante, que
comenzó en los años 50 con la parición de la televisión y continúa
hasta nuestros días.
Pese al desprecio al futuro, la
falta de rigor en el presente y el olvido del pasado, resulta
relativamente fácil producir en España. Las subvenciones del
Ministerio de Cultura, las precompras de derechos de las
televisiones y las multinacionales de distribución en salas
obligadas a distribuir cine español, permiten al productor español
continuar fabricando entre 60 y 80 películas anuales, aunque muchas
de ellas, de puro compromiso y sin ninguna ambición.
A.V.G. [Las artes
audiovisuales]