1975... Días grises para España.
Franco agonizaba y el Príncipe, Jefe de Estado en funciones, se
encontraba en una posición difícil para afrontar un problema
fundamental. Hassan II buscó el momento preciso para organizar la
verbenesca «marcha verde» que colocaba a nuestro Ejército ante una
disyuntiva gravísima. No tenía que enfrentarse con la estrategia y
potencia de un Ejército enemigo, sino con el jolgorio de grandes
masas que invadirían el territorio con panderetas, risotadas e
histeria.
En principio parecía más un caso de
Orden Público que una guerra; pero la guerra estaba allí, latente y
caliente, esperando el primer disparo de un dedo nervioso y
posiblemente incógnito.
España, con su Ejército, se
encontraba ante un cepo. Muchos militares, entre los que se
contaban algunos progresistas de la UMD, estaban crecidos y
ansiosos por entrar en combate. Quizá querían demostrar al país su
utilidad, su eficiencia e incluso su justificación social para un
caso de conflicto en que podría encontrarse la dignidad de la
nación...
En esos días a alguien del
Ministerio de Información y Turismo se le ocurre enviar al Sahara
una compañía de revistas musicales, la de Gloria del Toro, ya muy
de capa caída, a levantar la moral a la tropa. Con ella vienen
chicas de lentejuelas a mezclarse con los chicos de las
banderas.
Y se producen, como es lógico,
diversos levantamientos, no sólo ereccionales. Desde el subir del
telón hasta un alzamiento militar a la portuguesa: amor, sexo y
canciones. Todo un poco excesivo, algo cachondo y nada
transcendente, como corresponde a uno de los muchos Episodios
Populares Españoles.
¿Y la marcha verde? Nada; se acaba
en el primer acto. Como se acabó la dictadura, y el ejército
colonial. Como se acabó también la hermosa revista española, un
género producido por la carencia de sexo, al igual que la picaresca
la produjo la carencia de proteínas.