Desde que su padre fuera asesinado,
Luna ha crecido protegida por sus particulares ángeles de la
guarda: Leo, el tabernero, Charly, el croupier, y Nano, su fiel
compañero de pillerías. Vital, intensa y luchadora, Luna se gana la
vida de la única manera que sabe: jugando al póker. Su talento
natural la guía hasta lo más alto de una profesión dominada por los
hombres en la que se siente, sin embargo, elegida por las
cartas.
Recién llegada a la edad adulta,
Luna se convierte en la protagonista de una partida especial,
durante la que se jugará mucho más que el abultado puñado de fichas
que habitualmente maneja. Por primera vez en treinta años, un
hombre, Juan, le mostrará un horizonte diferente, y Luna tendrá que
ajustar cuentas con su pasado antes de tomar una decisión
crucial.