Yo creo que la historia que se
cuenta en ¡Ay, Carmela!, aún siendo una historia tan nuestra, es
una historia universal y de siempre. Es la historia de quienes como
la mayoría de los que se ven implicados en una guerra, tratan de
sobrevivir como buenamente pueden. La tragedia de Carmela es que no
es capaz de hacer como Paulino, que se adapta camaleónicamente a
cualquier circunstancia. Carmela, más apasionada, más elemental
quizá, no sabe callar y su rebeldía contra la injusticia y la
crueldad la lleva a la muerte [...]
Durante la guerra yo era un crío
que contemplaba asustado el horror de aquella contienda. Las
bombas, el hambre y la muerte, formaban parte de la vida cotidiana
y me marcaron, inevitablemente. Como testigo de aquello he tratado
de narrar en imágenes, en la medida de mis fuerzas, lo que vi y lo
que oí, recuperando de la memoria ese tiempo de guerra, aferrándome
a la fugacidad del recuerdo que yo consideraba nítido como una
fotografía y que con facilidad se desvanecía en la niebla, en un
intento de exorcizar las violentas imágenes que marcaron mi niñez,
y así gestos y actitudes, voces, cantos y músicas, lugares y
atmóferas, aparecen en algunas de mis películas de forma más o
menos implícita, pero nunca como en ¡Ay, Carmela!.
CARLOS SAURA