He asistido algunos días al rodaje
[...] En medio de esta Valencia moderna y caótica había una trama
de cables y focos donde se paseaban los fantasmas de mi
adolescencia, aquellas niñas con rebecas de angorina, aquellos
estudiantes, putas, curas, militares, menestrales, catedráticos y
huertanos que sintetizaban las pasiones mediterráneas en los años
cincuenta. El director García Sánchez y el guionista Rafael Azcona
son dos narradores natos que van directamente a la sustancia de las
cosas. Con ellos sólo convine que me ahorraran la Valencia tópica
de la paella, de la traca, las fallas, el petardo y el barroquismo
agrio, puesto que mi novela y mi pasión tratan de reflejar
únicamente la Valencia básica y sumergida, que participa del
sustrato sensual, lleno de naturalidad, placentero y mórbido que
también es común a Sicilia, Nápoles, Grecia y al Orán de Albert
Camus. El resultado ha sido excelente: he aquí una película llena
de sentimientos, poesía, melancolía, que narra la pequeña historia
de una vocación literaria, el descubrimiento de los sentidos, la
crueldad y los placeres; el tranvía es una metáfora. Durante ese
corto viaje en tranvía a la playa de la Malvarrosa en aquel tiempo
en Valencia a cualquier adolescente le podía estallar el
corazón.
MANUEL VICENT