Conocí a Andrés cuando yo tenía 16
ó 17 años. Me presenté en su distribuidora y dije que era
periodista para conseguir que me dieran fotos de las películas de
Buster Keaton,que se reestrenaban por primera vez en España y
Andrés distribuía. Él dice que se acuerda de mí.
La siguiente vez que le conocí, me
lo presentó nuestro común amigo Gonzalo Suárez, en el estreno de
"Parranda".
Y, a la tercera va la vencida,
volví a conocerle en 1985. Hacía año y medio que yo había terminado
mi tercera película, "Sal Gorda", y en ese tiempo lo único que
había hecho era producir dos películas. Un sábado por la tarde sonó
el teléfono. Era Andrés. Me preguntó si me interesaba hacer un
guión para él.
-Depende, le dije.
-¿Conoces "Sé infiel y no mires con
quien"?.
Por supuesto, ¿quien no? La obra
llevaba diez años en cartel. Aunque lo único que yo había visto de
ella era el trailer que ponían en los cines donde unos personajes
se tocaban el culo y lo llamaban jugar a la oca. La obra ni la
había visto ni se me había jamás pasado por la cabeza la idea de
verla. No importa, Andrés, me mandaría el texto. De acuerdo.
Colgamos. A la media hora llamaron a la puerta. Un mensajero traía
la obra. Qué rápido, pensé. Dejé el sobre en una mesa sin abrirlo.
Ya la leería. Una hora después sonó otra vez el teléfono. Era
Andrés.
-¿La has leído ya?
-No, pensaba leerla en el fin de
semana.
-Leéla esta noche y nos vemos
mañana por la mañana.
Nos citamos en el Café de Oriente
el domingo por la mañana. Me metí en la cama y leí la obra. No me
interesó nada.
-¿No pensarás hacer eso?, me
preguntó mi mujer.
-¿Por qué no? Muchas películas que
nos gustan son adaptaciones de obras o novelas maluchas. Puede ser
un trabajo bonito de hacer.
A la mañana siguiente me reuní con
Andrés.
-Yo te hago el guión, pero como la
obra no me gusta, voy a cambiarla mucho. Así que yo en tu lugar
contrataría a otro, porque la obra ha tenido mucho éxito, y para
qué dejar que un imbécil como yo la cambie...
-Mira si produzco esta película de
una obra que ha tenido tanto éxito y lo cambiamos todo y es un
fracaso, la gente pensará que estoy loco. Ahora bien, si hacemos
una película fiel a la obra y es un fracaso, entonces pensarán que
soy idiota. Prefiero que piensen que estoy loco a que piensen que
soy idiota.
-¿Eso quiere decir que puedo
cambiar lo que me dé la gana?
-Menos el título.
-Es horrible.
-Sí, pero es lo que la gente
conoce. Y además me ha costado una pasta.
La obra en realidad se llama "Move
Over, Mrs. Markham".
Me puse a trabajar y, como suele
ocurrir, me retrasé en los plazos de entregar el guión. Andrés
debió empezar a dudar de que hubiera escrito algo, así que un día
me pidió que le diera lo que tuviese. Le dí las primeras 90
páginas. Me faltaba el final. Le gustó tanto que me propuso
dirigirla. Y en una servilleta me hizo el primer contrato. Ése fue
el principio de una larga relación, personal y profesional, que ya
dura más de 16 años.
En realidad, aquel proyecto no era
para Andrés nada en lo que le fuese la vida. En cambio, lo que
había detrás de él era el sueño eterno de Andrés: el estudio. A lo
largo de todos estos años, ése es un sueño continuamente olvidado y
retomado. Entonces Gerardo Vera había construido unos maravillosos
decorados para la serie "Los Pazos de Ulloa", de Gonzalo Suárez, y
a Andrés se le llevaban los demonios de pensar que aquello se iba a
destruir al acabar la serie y que no se usaría, reciclándolo más o
menos, para otros proyectos, como ocurre en los estudios. Entonces
buscó un proyecto rápido para aprovechar los decorados y su
inversión.Y fue "Sé infiel..." y así es como yo me ví envuelto con
Andrés.
La película fue un gran éxito y
significó la vuelta de Andrés a la producción después de algunos
años en que la había abandonado para concentrarse en la
distribución. Desde entonces, Andrés no ha parado. Yo acabé de
rodar un sábado y el lunes siguiente Almodóvar estaba rodando
"Matador".
Andrés no esperó el resultado de
taquilla de "Sé infiel..." para contratarme para la siguiente.
Mientras rodaba, ya me preguntó qué me apetecía hacer después. Le
conté la historia de "El año de las luces", le dije que eso es lo
que quería hacer y que quería escribirla con Azcona. Dicho y hecho.
Según acabé de rodar, por las mañanas montaba "Sé infiel..." con
Carmen Frías y por las tardes me reunía con Azcona para trabajar en
el nuevo guión.
Nuestra tercera película fue
un poco más complicada. Yo le había dado a leer a Andrés la novela
de Christopher Frank "El sueño del mono loco", advirtiéndole que no
era un tema comercial. Andrés no creyó mi advertencia. "Seguro que
está bien". Cuando la leyó me dijo:
-Tenías razón. Es muy deprimente,
nadie irá a verla.
-Ya te lo dije.
Durante unos meses, Andrés me
ofrecía y proponía distintos proyectos, adaptaciones, etc... En
mayo me dijo que se iba al Festival de Cannes en coche, que por qué
no le acompañaba y así teníamos tiempo de hablar y a ver si
decidíamos de una vez que era lo siguiente que íbamos a hacer. Me
fui con él a Cannes. En el coche, creo que ya habíamos pasado la
frontera francesa, se volvió hacia mí:
-Sabes lo que te digo, la película
que tienes que hacer es "El mono loco", porque ésa es la que
quieres hacer.
-Piénsalo antes, va a ser muy
dificil.
-Mejor.
Según llegamos a Cannes, se puso en
contacto con la agente de Christopher Frank, que vino de París a
hablar con nosotros, vio una proyección de "El año de las luces" y,
cuando volvimos, Andrés ya tenía los derechos.
Escribimos el guión y Andrés me
subió en un avión a Los Angeles. Yo no había vuelto a subir en un
avión ni a cruzar el charco desde que estrené allí "Opera prima" en
diciembre del 81.
Andrés me enseñó -y explicó- Los
Angeles, que conoce tan bien como Carabanchel, y me acompañó hasta
que conseguimos el actor para la película.
Siempre estaré agradecido a Andrés
por haberse embarcado en un proyecto como aquél. No es algo
excepcional en él. Le he visto muchas veces hacer cosas semejantes,
simplemente porque cree en alguien.
En los años siguientes hemos
coproducido "Belle époque", "Two Much" y "La niña de tus ojos" y,
mientras escribo esto, estoy preparando, para él, "El embrujo de
Shanghai".
En estos 16 años, mientras yo he
hecho siete películas, él ha producido sesenta. Como nuestra
relación es sobre todo de amistad, en este tiempo he calculado que
habremos cenado juntos unas mil quinientas veces. Eso me ha
permitido vivir en directo -y de cerca- la aventura vital de
alguien capaz de producir ese número de películas en un país como
el nuestro. Uno piensa lo que habría hecho si hubiese tenido un
estudio, como siempre soñó, y no me estrañaría que acabe teniendo.
Aunque en realidad ya lo tiene. Él es el estudio. Su capacidad de
soñar y convertir su sueño en realidad es lo que le convierte en el
productor más de raza que jamás he conocido y -por lo que he leído-
que nunca existió. Porque lo que distingue a un productor no es la
cantidad de películas que ha producido, ni siquiera su calidad.
Para mí, lo que hace de Andrés un productor -y un ser- excepcional
es su capacidad de desafiar a la realidad y vencerla, sus repetidos
triunfos sobre lo politicamente correcto, lo económicamente viable
o lo industrialmente posible, para beneficio de todos los que hemos
hecho películas para él, de los que han trabajado en ellas y
-espero que también- de los que han visto muchas de ellas.
Cuando le llevo la contraria, suele
decirme que soy soberbio y vanidoso. Y, en realidad, es él quien es
soberbio y vanidoso. Pero además es también celoso, posesivo,
bocazas, competitivo, manipulador, seductor, ambicioso, retorcido,
caprichoso, cambiante... Pero hay tres cosas que nadie podrá decir
de él: nadie podrá decir que es cobarde, nadie podrá decir que es
aburrido y nadie podrá decir nunca que no es generoso.
FERNANDO TRUEBA.