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SAURA ANTE GOYA. Carlos Saura (El Mundo).

Las libertades que me he tomado en "mi" Goya son consecuencia de mi personal visión del personaje. No quise hacer ni una película histórica, ni un compendio de su obra, ni mucho menos un análisis psicológico del personaje - aunque de todo ello haya en mi película -, sino entresacar de su amplia vida aquellas imágenes que consideraba claves. Mi película sobre Goya se estructura a partir de una premisa: contar la historia a la inversa. Me explicaré: empezar con Goya, exiliado en Burdeos a sus 82 años, y terminar cuando nace en una humilde casa de dos pisos de rústica mampostería en Fuendetodos, un pueblecito de Zaragoza perdido en un desolado paisaje. Es, por lo tanto, una película que camina al revés, de atrás hacia adelante, aunque en algún momento, y para no establecer una rígida cronología, se salta en el tiempo.No es caprichosa la elección de esa estructura si se tiene en cuenta que lo que a mí más me interesaba era acompañar a Goya en Burdeos en sus últimos días, cuando ya su memoria se ha debilitado y la sombra de la muerte le persigue: un Goya que se refugia en el recuerdo y que reflexiona sobre su vida y obra.

Goya vivía en Burdeos con su amante Leocadia Zorrilla, que tenía 40 años menos que él. Leocadia fue su fiel compañera hasta la muerte, llevaba la casa y ejerció sobre Goya una profunda influencia. Los historiadores, siguiendo las cartas que escribió Moratín, deducen que tuvo un carácter fuerte y dominante, lo que sin duda ayudó a Goya a superar los achaques de la edad.

El segundo personaje y coprotagonista de "mi" Goya es Rosarito, una niña de 13 años, hija de Goya y de Leocadia, a la que el pintor quería y protegía. En mi película, Rosarito es su amiga y confidente, la persona a quien Goya abre su corazón y a la que cuenta secretos de su vida pasada.

SAURA ANTE GOYA

Goya se enamoró de María Pilar Teresa Cayetana, duquesa de Alba, que no sólo era hermosa sino graciosa e inteligente -según dicen los testimonios de la época-, y que fue amante, entre otros, del mismísimo Godoy, quien dirigía los destinos de España. Goya pintó y dibujó a la duquesa de muchas maneras: con amor, con añoranza y hasta con despecho. Su imagen está en sus dibujos, en los grabados y en algunos de sus cuadros más famosos. En uno de ellos, la duquesa de Alba, vestida de maja, señala con su dedo una inscripción sobre la arena que dice: "Sólo Goya". ¿Que mayor prueba de amor? Yo creo que el recuerdo de esa mujer atractiva y fascinante lo acompañó hasta la muerte.

Es dificil para nosotros entender la España del siglo XVII en la que Goya nació. El atraso del país era tan grande que las enfermedades y las guerras diezmaron la población hasta los siete millones de habitantes que había al comienzo del siglo. España era por entonces un país despoblado, ignorante y cerril, gobernado por una monarquía incapaz y una iglesia dominante. En el campo, la vida era miserable -situación que se prolongó hasta bien entrado el siglo XX- y, en las ciudades y en los pueblos, vagos y mendigos dominaban las plazas y los pórticos de la iglesias.

Goya, como los "ilustrados", pretendía cambiar las cosas. No era fácil. Y mientras en Francia e Inglaterra se preparaba una revolución social e industrial que cambiaría el mundo, España dormía una larga siesta esperando que los demás le sacaran las castañas del fuego. El resultado fue una guerra que asoló el país sumiéndola en la miseria y en el desamparo. Goya vio y vivió la brutalidad de esa guerra. Lo vio , se lo contaron o se lo imaginó: pueblos arrasados, mujeres, hombres y niños huyendo del hambre, de las enfermedades y de la muerte; mujeres violadas, hombres torturados, cuerpos destrozados por los disparos de los cañones, campos en donde se amontonan los cadáveres. 

Como una premonición, Goya escribió en la edición de "Desastres de la guerra" (que se publicó 50 años después de su muerte): "Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer". Augurio de otras guerras, premonición de la Guerra Civil que volvió a asolar España en los años 30 del siglo XX.

En el otoño de 1892, Goya, con 46 años, contrajo una terrible enfermedad que estuvo a punto de costarle la vida y que sin duda modificó su carácter. La enfermedad le produjo una sordera total que arrastró durante toda su vida. Goya, que era un hombre vitalista y animoso, superó la enfermedad, pero sus secuelas quedarán para siempre en su obra. De esa sordera nacieron "Los Caprichos". Su pintura se hizo más suelta y sus dibujos más atrevidos y, aunque su economía dependía tanto de su sueldo de pintor de corte como de los dineros que le procuraban los retratos privados, se arriesgó a exponer su mundo personal. En una carta que escribió a Bernardo de Iriarte le decía: "He logrado observaciones que regularmente no se dan en las obras encargadas, en las que el capricho y la invención no tienen ensanche".

CARLOS SAURA.