Las libertades que me he
tomado en "mi" Goya son consecuencia de mi personal visión del
personaje. No quise hacer ni una película histórica, ni un
compendio de su obra, ni mucho menos un análisis psicológico del
personaje - aunque de todo ello haya en mi película -, sino
entresacar de su amplia vida aquellas imágenes que consideraba
claves. Mi película sobre Goya se estructura a partir de una
premisa: contar la historia a la inversa. Me explicaré: empezar con
Goya, exiliado en Burdeos a sus 82 años, y terminar cuando nace en
una humilde casa de dos pisos de rústica mampostería en
Fuendetodos, un pueblecito de Zaragoza perdido en un desolado
paisaje. Es, por lo tanto, una película que camina al revés, de
atrás hacia adelante, aunque en algún momento, y para no establecer
una rígida cronología, se salta en el tiempo.No es caprichosa la
elección de esa estructura si se tiene en cuenta que lo que a mí
más me interesaba era acompañar a Goya en Burdeos en sus últimos
días, cuando ya su memoria se ha debilitado y la sombra de la
muerte le persigue: un Goya que se refugia en el recuerdo y que
reflexiona sobre su vida y obra.
Goya vivía en Burdeos con su amante
Leocadia Zorrilla, que tenía 40 años menos que él. Leocadia fue su
fiel compañera hasta la muerte, llevaba la casa y ejerció sobre
Goya una profunda influencia. Los historiadores, siguiendo las
cartas que escribió Moratín, deducen que tuvo un carácter fuerte y
dominante, lo que sin duda ayudó a Goya a superar los achaques de
la edad.
El segundo personaje y
coprotagonista de "mi" Goya es Rosarito, una niña de 13 años, hija
de Goya y de Leocadia, a la que el pintor quería y protegía. En mi
película, Rosarito es su amiga y confidente, la persona a quien
Goya abre su corazón y a la que cuenta secretos de su vida
pasada.
Goya se enamoró de María Pilar
Teresa Cayetana, duquesa de Alba, que no sólo era hermosa sino
graciosa e inteligente -según dicen los testimonios de la época-, y
que fue amante, entre otros, del mismísimo Godoy, quien dirigía los
destinos de España. Goya pintó y dibujó a la duquesa de muchas
maneras: con amor, con añoranza y hasta con despecho. Su imagen
está en sus dibujos, en los grabados y en algunos de sus cuadros
más famosos. En uno de ellos, la duquesa de Alba, vestida de maja,
señala con su dedo una inscripción sobre la arena que dice: "Sólo
Goya". ¿Que mayor prueba de amor? Yo creo que el recuerdo de esa
mujer atractiva y fascinante lo acompañó hasta la muerte.
Es dificil para nosotros entender
la España del siglo XVII en la que Goya nació. El atraso del país
era tan grande que las enfermedades y las guerras diezmaron la
población hasta los siete millones de habitantes que había al
comienzo del siglo. España era por entonces un país despoblado,
ignorante y cerril, gobernado por una monarquía incapaz y una
iglesia dominante. En el campo, la vida era miserable -situación
que se prolongó hasta bien entrado el siglo XX- y, en las ciudades
y en los pueblos, vagos y mendigos dominaban las plazas y los
pórticos de la iglesias.
Goya, como los "ilustrados",
pretendía cambiar las cosas. No era fácil. Y mientras en Francia e
Inglaterra se preparaba una revolución social e industrial que
cambiaría el mundo, España dormía una larga siesta esperando que
los demás le sacaran las castañas del fuego. El resultado fue una
guerra que asoló el país sumiéndola en la miseria y en el
desamparo. Goya vio y vivió la brutalidad de esa guerra. Lo vio ,
se lo contaron o se lo imaginó: pueblos arrasados, mujeres, hombres
y niños huyendo del hambre, de las enfermedades y de la muerte;
mujeres violadas, hombres torturados, cuerpos destrozados por los
disparos de los cañones, campos en donde se amontonan los
cadáveres.
Como una premonición, Goya escribió
en la edición de "Desastres de la guerra" (que se publicó 50 años
después de su muerte): "Tristes presentimientos de lo que ha de
acontecer". Augurio de otras guerras, premonición de la Guerra
Civil que volvió a asolar España en los años 30 del siglo XX.
En el otoño de 1892, Goya, con 46
años, contrajo una terrible enfermedad que estuvo a punto de
costarle la vida y que sin duda modificó su carácter. La enfermedad
le produjo una sordera total que arrastró durante toda su vida.
Goya, que era un hombre vitalista y animoso, superó la enfermedad,
pero sus secuelas quedarán para siempre en su obra. De esa sordera
nacieron "Los Caprichos". Su pintura se hizo más suelta y sus
dibujos más atrevidos y, aunque su economía dependía tanto de su
sueldo de pintor de corte como de los dineros que le procuraban los
retratos privados, se arriesgó a exponer su mundo personal. En una
carta que escribió a Bernardo de Iriarte le decía: "He logrado
observaciones que regularmente no se dan en las obras encargadas,
en las que el capricho y la invención no tienen ensanche".
CARLOS SAURA.