Sintetizar la Guerra Civil en un
filme es una labor harto dificil, por no decir imposible. Porque
aquella guerra fue más que la simple contienda entre dos bandos en
pugna. Fue el enfrentamiento total entre dos concepciones distintas
de la vida: la de los que aspiran, con ligeras variantes, a
continuar con un mundo de dirigentes privilegiados y una masa de
esclavos -famélicos antes, gordos ahora, pero esclavos siempre-, y
del otro lado, la de los que aspiran a un mundo mejor, más digno y
más justo para todos.
Esa eterna lucha de la humanidad,
más claramente sintetizada en nuestras dos Españas, desembocó en
aquella guerra que muchos dicen ahora que hay que olvidar y que yo
creo que hay que conocer, y después de conocer, superar... pero
nunca olvidar. Porque no se debe olvidar lo que sin lugar a dudas
significó un hito en la historia de la humanidad, en la historia
del hombre.
Entonces hubo muchos que
comprendieron rápidamente que España iba camino de un cambio social
que no transitaba los trillados senderos que conducen siempre al
mismo fin: al de un mundo de dirigentes y dirigidos. Un cambio
social profundo, y por tanto auténtico y duradero, no convenía a
nadie. Ni a los estados fascitas de la época, ni a las llamadas
democracias occidentales, ni tampoco a las nuevas dictaduras
erigidas en nombre de los trabajadores. Y así, todos, liberales,
fascistas, demócratas y comunistas, contribuyeron en la medida de
sus fuerzas a que la contienda no dejara el camino libre a una
auténtica revolución social, hecha como sólo se pueden hacer las
revoluciones auténticas, de abajo arriba.
No convenía a los países
capitalistas occidentales, porque muchos de ellos tenían
importantes intereses económicos en España. No convenía a los
fascistas por razones obvias. No convenía a los rusos soviéticos
para que no se abriesen otros caminos que los marcados con regleta
y compás por los jerarcas del Kremlin.
Y esto, que fue historia y que
muchos pretender que hay que olvidar, sigue teniendo vigencia
cuarenta años después. Hoy a nadie sigue interesándole un cambio en
profundidad. Ni a las democracias, ni a los fascistas vestidos de
liberales, ni a los soviéticos. Al único que podía interesar e
interesa es al pueblo. Pero el pueblo no cuenta... No ha contado
nunca.
Esto es lo que ha intentado
denunciar "Por qué perdimos la guerra". Denunciar la pasividad de
las democracias, el doble juego de Stalin, más interesado que en
una victoria del pueblo español, en realizar un pacto con el
fascismo, como quedó demostrado, finalmente, con el siniestro pacto
germano-soviético, pacto que poco después fue roto, pero no por lo
rusos, sino por los fascistas alemanes, que iniciaron la guerra
contra Rusia.
A "Por qué perdimos la guerra" se
le harán numerosas objeciones. Se dirá, por ejemplo, que no es una
película objetiva. Y estoy de acuerdo, porque efectivamente no lo
es. Es una película absolutamente parcial. Parcial, en primer
lugar, porque está del lado de los vencidos, que nunca pudieron
contar su historia. Porque no hay duda de que la historia la
cuentan los vencedores o los que disfrutan de la anuencia de los
vencedores o, en último extremo, unos pocos que, aun habiendo
participado en el bando perdedor, disponen de medios suficientes
para hacer propaganda de lo actuado o borrar las traiciones
cometidas con el silencio. No. Que nadie busque en "Por qué
perdimos la guerra" una versión imparcial y objetiva de aquella
espantosa guerra nuestra. Es la versión de los vencidos, del gran
vencido, el pueblo español. Porque yo también puedo preguntar: ¿A
qué llaman ustedes una versión objetiva e imparcial de la Guerra
Civil?
Se dirá también que es una película
anarquista. No es verdad. Yo comienzo por no ser anarquista. Soy
sólo un inconformista. Y el anticonformismo es el estado natural
del hombre, el indispensable para la evolución (hacia adelante, se
entiende...). Si al no conformismo como estado natural del hombre
debe llamársele anarquismo, es algo que merece quizá ser tenido en
cuenta y estudiado. Pero, por el momento al menos, los dos
conceptos no figuran como sinónimos.
Se dirán muchas cosas, pero ninguna
importará demasiado. La Guerra Civil es historia. Pero la historia
es un peldaño del futuro. Y el futuro es hoy...o un mañana muy
próximo.
DIEGO SANTILLÁN.