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LOS PAZOS DE ULLOA, mecanismo para ver. Gonzalo Suárez (El País).

LOS PAZOS DE ULLOA 3

La literatura y el cine son dos herramientas diferentes para agujerear la misma pared.Si en esa pared situamos un televisor, cabría utilizar el cine y la literatura como si fueran la misma herramienta.

Algo así es lo que sucede cuando a alguien como yo le ponen entre las manos ese mecanismo pecualiar llamado serie de televisión. 

Porque la escritura de hoy está en la mirada. Y el cine, en esa medida, ya no es sólo imágen. Es mirada. Y una serie de televisión como "Los Pazos de Ulloa" es además, y sobre todo, cine. De estas y otras cuestiones me gustaría hablar con la autora del libro. Por tanto, invoco y convoco al espíritu de Emilia Pardo Bazán.

No viene. Pero suena el teléfono. No es ella, sino una periodista acatarrada. "¿Señor Suárez?", indaga meliflua. Y en seguida me pregunta qué opino de la serie que acabo de realizar. Y no sólo eso, sino que también requiere mi opinión sobre el libro, y sobre la Pardo, y sobre las adaptaciones literarias en general, y sobre Televisión Española en particular, y me pide que le diga a cuánto asciende el presupuesto de que he dispuesto, y si los actores hablan con acento gallego, y si me parece bien la ley de Pilar Miró, y por qué las últimas películas españolas no han funcionado, y si estoy en contra de la OTAN, y qué diferencia hay entre una serie y una película, y si no temo que con tanta adaptación literaria los españoles dejen de leer (sic), lo que no le impide confesar que ella no ha leído a la Pardo Bazán, es decir, poco, hace años, y no se acuerda, y quiere que le proporciones la ficha técnica de la serie, porque la tenía pero la perdió. Y cuando empiezo a hablarle de los decorados de Gerardo Vera, de la fotografía de Carlos Suárez y de la muy excepcional interpretación de José Luis Gómez, me interrumpe para espetarme la más insidiosa de las insinuaciones: "Entonces, ¿está usted contento?". 

Pues bien, estoy contento. Cuelgo el teléfono, y ésta es la primera razón por la que estoy contento. 

Y entonces pasa lo que tiene que pasar: se me aparece la Pardo Bazán y viene a sentarse en mis rodillas. No es precisamente un fantasma etéreo. Pesa. Pesa endiabladamente. Y me dice al oído: "Eres un redomado hipócrita". Lo hace, eso sí, sin resentimiento. Incluso, diría yo, con procaz ternura.

LOS PAZOS DE ULLOA 2

¿Pretender convencerles -dice la Pardo-, de que durante las 16 semanas de rodaje pensabas en mí cuando me transportabas con ligereza de un lado a otro, al dictado de tus más inconfesabes instintos? ¿Lo hacías de verdad para contribuir a restablecer mi memoria?

Una estentórea risotada me rompe el tímpano. 

¡Hipócrita! -exclama-. ¡Fui yo la que pensaba en tí! Y me dije: "Vamos a dejarle que haga lo que quiera, porque en definitiva sólo hará lo que pueda".

Y pude -replico con torpe altanería.

¡Oh, sí! -concede-. No creas que voy a salirte ahora con pruritos de autor. En estas ocasiones, querido Gonzalo, los autores estamos mejor muertos. Es la actitud más saludable.

Te lo agradezco -digo con inefable sinceridad, y las piernas se me adormecen paulatinamente bajo las nalgas invasoras de mi difunta colega.

Pero, ¿tú crees que todo eso que yo he escrito tendría en estos momentos alguna actualidad si alguien no lo reviviera en la cajita del televisor? -inquiere con súbita y demoledora perspicacia. Me guardo muy bien de responder. No hace falta. Ella responde. Sin embages. Sólo depende del grado de intensidad que se le confiera -dice-, y desaparece. Pero vuelve a aparecer.

Si algo has obtenido, no te vanaglories -me advierte-. Has contado con buenos aliados.

Y esta vez desaparece definitivamente. Siento alivio. Sólo se me ocurre añadir que las buenas historias son a veces cultura, y la cultura es siempre entropía. Cuando se aplica una carga adecuada a un determinado relato puede suceder que el relato en cuestión cobre una relativa apariencia de vida y suplante, por su evidencia, a esa otra ficción de cuatro paredes que apodamos realidad. 

Y cuando algo así pasa en un televisor no basta con mirar. Conviene, también, ver.

GONZALO SUÁREZ.