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LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA. Antonio Drove

LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA

Un mundo turbio de sombras y de dudas, un mundo de máscaras y de mentiras, de grandes palabras y de sangre, un momento crispado de la lucha de clases, un mundo donde los métodos de los viejos patronos "paternalistas" (el despido o una paliza para amedrentar) ya no son eficaces para luchar contra el movimiento obrero y detrás de las conversaciones de negocios empieza a apuntar la pistola fascista: Barcelona 1917 a 1923. La película "La verdad sobre al caso Savolta" es una historia de ficción, es decir una interpretación, un trabajo de un equipo, sobre unos hechos históricos y sociales que muestran el proceso de nacimiento de una dictadura en España. 

Soy de la opinión de que las películas políticas o históricas reflejan más exactamente el momento en el que han sido concebidas y producidas que el de la época a la que toman de referencia. Firmé el contrato con Andrés Vicente Gómez para escribir y dirigir una película sobre la excelente novela de Eduardo Mendoza en enero de 1976, cuando todavía existía la censura franquista. Con permiso de Mendoza adaptamos muy libremente la novela. Desaparecieron personajes protagonistas y aparecieron otros nuevos. 

De hecho, la trama principal de la película es una historia mía anterior: Se está preparando una huelga general. Unos sindicalistas son asesinados. Después asesinan a un importante patrono. En realidad, el asesino es el mismo: un socio del patrono. Así puede presentar su asesinato como una represalia por parte de los obreros. Y, de esta forma, con la excusa de buscar a los asesinos del patrono entre los obreros, se descabeza la inminente huelga general. En septiembre de 1976 el guión estaba prácticamente terminado. Sabía que era imposible de filmar en las circunstancias de aquel momento. Me encontré con mi amigo Sauquillo que conocía la novela y se quedó entusiasmado con el guión. "¡Tienes que hacer esta película como sea!" En enero de 1977, Sauquillo y otros abogados laboralistas fueron asesinados en la calle Atocha. Una escena muy similar estaba en el guión. Tuvimos que esperar hasta el 78 para rodar.

La filmación, que fue muy dura, estaba casi terminada cuando fui expulsado por el productor Pedret, en mi opinión un advenedizo que, no me explico cómo, se había convertido en el productor español de la película. Después de una huelga de cuatro meses, en la que fui defendido por una Intersindical (CCOO, CNT y UGT) formada en Barcelona (la única vez, que yo sepa, que esto se ha producido) y, después por los sindicatos de Madrid, logré terminar la película tal y como quería y estaba concebida.

Como ya he dicho, Andrés Vicente Gómez fue el promotor de la película. Me dio completa libertad en el guión (lo que agradezco sobremanera) y después viajamos juntos para hacer el casting y nos hicimos amigos. [...]

Luego, en Barcelona, apareció el malhadado Domingo Pedret P.C. Cuando después de los cuatro meses de huelga se desmoronó el tinglado de Pedret, Andrés Vicente Gómez y yo nos reunimos y firmamos un acuerdo para terminar lo poco que quedaba de la película. A raíz de los abusos perpetrados con mi equipo, puse como condición que la recontratación del equipo técnico y artístico tenía que ser sometido a la aprobación de la Intersindical de Barcelona (a la que la Patronal no reconocía. Eso me salió caro y, supongo, que a Andrés también). Por mi parte renuncié a mi sueldo de director. Y así terminamos amistosa y profesionalmente la película (Domingo Pedret desapareció del mapa). La imposición por mi parte del reconocimiento de la Intersindical en un contrato que se haría público (la prensa de Barcelona siguió el escándalo paso a paso) y, la sarta de difamaciones que se encargaron de propalar (y que fueron rebatidas una a una por la comisión investigadora de la Intersindical): yo me pasaba de tiempo y de presupuesto, etc., etc., me han perjudicado muchísimo. De nada me valieron ni mi trayectoria profesional anterior ni posterior. [...]

Mi estilo como director, una vez más, estaba influido por Fritz Lang. El film "negro" cuenta cómo los crímenes pueden ser un negocio. Nosotros hemos intentado mostrar cómo los negocios pueden ser un crimen. La película termina con una gran derrota del movimiento obrero, con la resistible ascensión de los pistoleros de la patronal, con el fascismo y la dictadura. Así fueron las cosas en nuestra pesadilla y no había lugar para el final feliz que deja a todo el mundo tranquilo. Decía Buñuel que el cine tiene que romper en el espectador la idea de que vive en el mejor de los mundos. Nosotros no intentamos hacer un panfleto, pero sí una película combativa. Más que proponer una verdad o una lección absoluta que sólo puede convencer a los ya convencidos, propusimos un ejercicio de comunicación con la inteligencia y el corazón y la libertad del espectador, de tal forma que este ejercicio conjunto (la película) pueda preparar para conquistar la verdad fuera del cine, en nuestra propia vida. La película se opone al fascismo, pero también a lo que en nosotros lo hace posible. El íntimo fascismo en el corazón. Ya está bien de justificarnos por el martirio y de magnificar a los criminales. No existen grandes criminales políticos, sino autores de grandes crímenes políticos, lo que no es lo mismo. Aunque hayan ganado varias veces, hay que demostrar que se puede luchar contra ellos, que no son irresistibles.

En el mundo del caso Savolta no hace falta ser Sherlock Holmes para descubrir al autor de los crímenes, simplemente sucede que el criminal ha tenido suerte: sus intereses coinciden con los de la banca. Un director de cine debe tener respeto por sus personajes. Deben ser complejos, humanos. Debe mostrar que los fascistas son seres humanos, pero también tiene que tener muy en cuenta que los seres humanos pueden ser fascistas. La película termina con dos citas paralelas: una es de Pierre Joseph Proudhon de 1858: "Los asesinatos políticos no sirven para nada, si acaso para empeorar las situaciones. Es la disposición de las conciencias lo que hay que cambiar; la tarea a cumplir es completamente moral, completamente espiritual: el puñal no tiene nada que hacer". La otra es de Brecht, escrita con el nazismo triunfante: "Sólo la violencia ayuda donde la violencia impera". Mis sentimientos y mi razón estaban y están con el anarquista Proudhon, pero, en aquellos tiempos, a medio camino de salir de otra oprobiosa dictadura, habíamos vivido demasiados malos tiempos para la lírica.

ANTONIO DROVE.