Un mundo turbio de sombras y de
dudas, un mundo de máscaras y de mentiras, de grandes palabras y de
sangre, un momento crispado de la lucha de clases, un mundo donde
los métodos de los viejos patronos "paternalistas" (el despido o
una paliza para amedrentar) ya no son eficaces para luchar contra
el movimiento obrero y detrás de las conversaciones de negocios
empieza a apuntar la pistola fascista: Barcelona 1917 a 1923. La
película "La verdad sobre al caso Savolta" es una historia de
ficción, es decir una interpretación, un trabajo de un equipo,
sobre unos hechos históricos y sociales que muestran el proceso de
nacimiento de una dictadura en España.
Soy de la opinión de que las
películas políticas o históricas reflejan más exactamente el
momento en el que han sido concebidas y producidas que el de la
época a la que toman de referencia. Firmé el contrato con Andrés
Vicente Gómez para escribir y dirigir una película sobre la
excelente novela de Eduardo Mendoza en enero de 1976, cuando
todavía existía la censura franquista. Con permiso de Mendoza
adaptamos muy libremente la novela. Desaparecieron personajes
protagonistas y aparecieron otros nuevos.
De hecho, la trama principal de la
película es una historia mía anterior: Se está preparando una
huelga general. Unos sindicalistas son asesinados. Después asesinan
a un importante patrono. En realidad, el asesino es el mismo: un
socio del patrono. Así puede presentar su asesinato como una
represalia por parte de los obreros. Y, de esta forma, con la
excusa de buscar a los asesinos del patrono entre los obreros, se
descabeza la inminente huelga general. En septiembre de 1976 el
guión estaba prácticamente terminado. Sabía que era imposible de
filmar en las circunstancias de aquel momento. Me encontré con mi
amigo Sauquillo que conocía la novela y se quedó entusiasmado con
el guión. "¡Tienes que hacer esta película como sea!" En enero de
1977, Sauquillo y otros abogados laboralistas fueron asesinados en
la calle Atocha. Una escena muy similar estaba en el guión. Tuvimos
que esperar hasta el 78 para rodar.
La filmación, que fue muy dura,
estaba casi terminada cuando fui expulsado por el productor Pedret,
en mi opinión un advenedizo que, no me explico cómo, se había
convertido en el productor español de la película. Después de una
huelga de cuatro meses, en la que fui defendido por una
Intersindical (CCOO, CNT y UGT) formada en Barcelona (la única vez,
que yo sepa, que esto se ha producido) y, después por los
sindicatos de Madrid, logré terminar la película tal y como quería
y estaba concebida.
Como ya he dicho, Andrés Vicente
Gómez fue el promotor de la película. Me dio completa libertad en
el guión (lo que agradezco sobremanera) y después viajamos juntos
para hacer el casting y nos hicimos amigos. [...]
Luego, en Barcelona, apareció el
malhadado Domingo Pedret P.C. Cuando después de los cuatro meses de
huelga se desmoronó el tinglado de Pedret, Andrés Vicente Gómez y
yo nos reunimos y firmamos un acuerdo para terminar lo poco que
quedaba de la película. A raíz de los abusos perpetrados con mi
equipo, puse como condición que la recontratación del equipo
técnico y artístico tenía que ser sometido a la aprobación de la
Intersindical de Barcelona (a la que la Patronal no reconocía. Eso
me salió caro y, supongo, que a Andrés también). Por mi parte
renuncié a mi sueldo de director. Y así terminamos amistosa y
profesionalmente la película (Domingo Pedret desapareció del mapa).
La imposición por mi parte del reconocimiento de la Intersindical
en un contrato que se haría público (la prensa de Barcelona siguió
el escándalo paso a paso) y, la sarta de difamaciones que se
encargaron de propalar (y que fueron rebatidas una a una por la
comisión investigadora de la Intersindical): yo me pasaba de tiempo
y de presupuesto, etc., etc., me han perjudicado muchísimo. De nada
me valieron ni mi trayectoria profesional anterior ni posterior.
[...]
Mi estilo como director, una vez
más, estaba influido por Fritz Lang. El film "negro" cuenta cómo
los crímenes pueden ser un negocio. Nosotros hemos intentado
mostrar cómo los negocios pueden ser un crimen. La película termina
con una gran derrota del movimiento obrero, con la resistible
ascensión de los pistoleros de la patronal, con el fascismo y la
dictadura. Así fueron las cosas en nuestra pesadilla y no había
lugar para el final feliz que deja a todo el mundo tranquilo. Decía
Buñuel que el cine tiene que romper en el espectador la idea de que
vive en el mejor de los mundos. Nosotros no intentamos hacer un
panfleto, pero sí una película combativa. Más que proponer una
verdad o una lección absoluta que sólo puede convencer a los ya
convencidos, propusimos un ejercicio de comunicación con la
inteligencia y el corazón y la libertad del espectador, de tal
forma que este ejercicio conjunto (la película) pueda preparar para
conquistar la verdad fuera del cine, en nuestra propia vida. La
película se opone al fascismo, pero también a lo que en nosotros lo
hace posible. El íntimo fascismo en el corazón. Ya está bien de
justificarnos por el martirio y de magnificar a los criminales. No
existen grandes criminales políticos, sino autores de grandes
crímenes políticos, lo que no es lo mismo. Aunque hayan ganado
varias veces, hay que demostrar que se puede luchar contra ellos,
que no son irresistibles.
En el mundo del caso Savolta no
hace falta ser Sherlock Holmes para descubrir al autor de los
crímenes, simplemente sucede que el criminal ha tenido suerte: sus
intereses coinciden con los de la banca. Un director de cine debe
tener respeto por sus personajes. Deben ser complejos, humanos.
Debe mostrar que los fascistas son seres humanos, pero también
tiene que tener muy en cuenta que los seres humanos pueden ser
fascistas. La película termina con dos citas paralelas: una es de
Pierre Joseph Proudhon de 1858: "Los asesinatos políticos no sirven
para nada, si acaso para empeorar las situaciones. Es la
disposición de las conciencias lo que hay que cambiar; la tarea a
cumplir es completamente moral, completamente espiritual: el puñal
no tiene nada que hacer". La otra es de Brecht, escrita con el
nazismo triunfante: "Sólo la violencia ayuda donde la violencia
impera". Mis sentimientos y mi razón estaban y están con el
anarquista Proudhon, pero, en aquellos tiempos, a medio camino de
salir de otra oprobiosa dictadura, habíamos vivido demasiados malos
tiempos para la lírica.
ANTONIO DROVE.