EL GUIÓN Camino de Asturias, donde
trabajamos y jugamos al billar en los ratos libres que nos dejaban
las comidas, Gonzalo y yo hicimos un alto en un restaurante de
Frómista. Contra todo pronóstico, sobre el cordero y el revuelto
otoñal, sonó por la megafonía la música de un western. No sé si fué
entonces cuando decidimos que el argumento de nuestra película no
iba a estar lejos de los esquemas clásicos del cine del Oeste. En
realidad, escribiendo con Gonzalo, no se decide mucho, más bien se
dejan correr las ideas y se contempla su galope. A los caballos que
llegan al final de la pradera y vuelven con el jinete sobre la
silla se les tira a matar y se les da la oportunidad de defenderse.
Los supervivientes quedan invitados al gran combate. En el paisaje
de la batalla, está prohibido disparar al árbitro y al balón, pero
se deja tiempo para el amor y para el humor. La épica de la
incertidumbre sobrevuela al resultado. Los que van a morir y a
vivir deben bailar juntos porque, en ningún caso, la alegría es
negociable.
MANUEL HIDALGO.