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EL PERRO DEL HORTELANO. Pilar Miró (El Mundo).

EL PERRO DEL HORTELANO 1

SINTOMAS DE ENVIDIA. La película "El perro del hortelano" está ahí, en las pantallas, gracias al esfuerzo titánico de las escasas personas que creyeron en el proyecto, pero no es momento de contar historias que no respondan, gracias a su acogida, a un rabioso y profundo sentimiento de victoria.

...Ni me dejo forzar ni me defiendo;

darme quiero a entender sin decir nada;

entiéndame quien puede; yo me entiendo.

Todo empezó con la estupenda versión que Renato Castellani rodó sobre "Romeo y Julieta", galardonada con el León de Oro del Festival de Venecia en el año 1954. Claro que no era la primera película basada en un texto de William Shakespeare, pero fue la primera que vi. Y la volví a ver muchas veces.

Después de la fascinación que me produjo esa primera vez, cada sábado acudía a la sesión de las cuatro de la tarde del Cine Coliseum en la Gran Vía de Madrid, casi a hurtadillas, como se cultivan las pasiones más inconfesables.

La versión medieval de Castellani, protagonizada por Lawrence Harvey y Susan Shentall, es para mí la más sugestiva de todas las que se han hecho sobre el drama de Shakespeare. Y supuso, entonces, el descubrimiento de esa historia que contiene todas las historias de amor, mi primer viaje consciente al tiempo pasado sobre el mundo que ahora ocupamos, hacia las voces de los que lo habitaron antes que nosotros, un viaje mucho más conmovedor y mágico que el que podamos hacer a través del mejor de los satélites.

La visión repetida de aquella película despertaba en mí un sentimiento de admiración puro y generoso hacia su director que con los años se volvió a repetir en las adaptaciones shakespearianas que fueron realizadas por Orson Welles.

BUENOS SENTIMIENTO. Pero el sentimiento ya no era tan puro ni generoso como antes, esos buenos sentimientos se fueron mezclando, como en otros muchos casos, con indudables síntomas de envidia. Quizá una envidia que nos mueve a indagar, a inventar y, por qué no decirlo, a emular. 

Cuando en el año 1989 el neófito Kenneth Branagh se atreve con una versión de Enrique V, sin miedo a interpretar el personaje que Laurence Olivier recreó en el 44, y utilizando sin rubor determinadas referencias de "Campanadas a media-noche", o poco después de entusiasmar, aquí, a un público joven, con la no precisamente universal "Mucho ruido y pocas nueces", es cuando surge el osado interrogante: ¿Y por qué no nosotros? Es más, ¿y por qué no yo?

Seguramente la vitalidad que el teatro tiene en Inglaterra ha formado a los mejores espectadores del mundo. La arenga de Enrique V que precede a la última batalla, "Hoy es el día de San Crispín", la recitan de memoria sus escolares. 

Mientras que los nuestros puede que conozcan a regañadientes la obra de Calderón de la Barca "El alcalde de Zalamea", y no estén seguros de a qué se refiere "La vida es sueño" del mismo autor, pero ¿por qué no intentarlo?

EL PERRO DEL HORTELANO 3

EL SIGLO DE ORO. No es fácil ni cómodo ponerse a leer las obras de nuestro Siglo de Oro y no en todas creo que haya una película, pero confieso que me detuve en algunas antes de elegir precisamente "el perro del hortelano" para llevarla a la pantalla.

El verso de Lope de Vega no puede ser más claro, ni más bello. Logra tener la apariencia de lo natural, de lo que cualquiera puede decir pero en la forma en que sólo un poeta como Lope puede crear.

Sin embargo, es una de las obras con más sonetos y más soliloquios, es decir, con mayor extensión de música interior. Lo que en un principio podría parecer anticinematográfico, pero sin duda a nadie se le atraganta la retórica de algunos pasajes de William Shakespeare y ni siquiera los interminables versos del Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand.

La historia de la condesa de Belflor resulta insólita. Una mujer dueña y señora de voluntades en el siglo XVII que utiliza su ingenio y su posición para conseguir lo que quiere y como quiere. Una comedia palatina, corrosiva, maliciosa, inteligente y divertida. 

De los celos mi amor ha procedido

por pesarme que, siendo más hermosa

no fuese en ser amada tan dichosa

que hubiese lo que envidió merecido.

PILAR MIRÓ.