Los grandes personajes de ficción
acaban teniendo una o más vidas paralelas: Romeo y Julieta llevan
su amor a buen puerto en Castelvines y Monteses, de Lope; el
príncipe de Dinamarca se pasea por la Europa actual en
Hamletmachine, de Heiner Müller, y hace prisionero a Segismundo,
tras el 11-S, en United States of Banana,de Giannina Braschi;
Fígaro reedita sus correrías llevado en volandas por la música de
Mozart...
Carmela y Paulino, artistas de
variedades, le dicen ciao a papá Sanchis Sinisterra y reemprenden
su camino por parajes diferentes (aunque lleven a idéntico final)
en esta estimulante, divertida y, por instantes, conmovedora
versión musical de ¡Ay, Carmela!, escrita por José Luis García
Sánchez y dirigida por Andrés Lima, que han prospectado, extraído y
puesto en valor el género cuasi revisteril que atraviesa la obra
original.
El cara a cara en el espacio vacío
que imaginara Sinisterra, está aquí arropado por un coro y
contrapunteado por una solitaria maestra de ceremonias, a lo Joel
Grey, que, cuando Paulino y Carmela entran en danza, se transforma
en pizpireta réplica hispana del soldado Galy Gay. Lima y García
Sánchez mutan en espectáculo de formato medio el metateatro íntimo
del autor valenciano, sin desvirtuar su meollo.
¡Ay, Carmela!
A partir de la obra de Sanchis
Sinisterra. Versión: José Luis García Sánchez. Intérpretes: Inma
Cuesta, Javier Gutiérrez, Marta Ribera, Javier Navares, Álvaro
Morte, Pablo Raya, Javier Enguix y Sagra Mielgo. Coreografía:
Teresa Nieto. Luz y audiovisuales: Valentín Álvarez. Escenografía y
vestuario: Beatriz San Juan. Música: Joan Valent. Dirección: Andrés
Lima. Teatro Reina Victoria.
No le sientan mal a ¡Ay, Carmela!
el aligeramiento del texto ni su distribución entre una pluralidad
de voces, y le caen estupendamente la evocadora escenografía de
Beatriz San Juan, las canciones populares añadidas, alguna de las
compuestas ex profeso y las impresionantes imágenes documentales
inéditas que se proyectan en momentos pertinentes: duelen en el
alma los españoles huyendo del mar de llamas que deja el enjambre
de bombarderos alemanes.
La Carmela de Inma Cuesta,
menudita, con encanto y acento andaluz genuinos, tiene una bonita
voz melódica, a la que Pedro Guerra, Víctor Manuel y Vanesa Martín
sirven canciones nuevas, que le cuadran mucho mejor que el Yo te
diré, aunque la prefiero en Café de chinitas (¡ojo!: es "germano",
no "hermano") y en Yo reparto besos, donde saca el duende. Javier
Gutiérrez hace una pareja estupenda con ella, y esa química (y su
talento) lleva a puerto las muchas escenas que tienen a solas. Pero
el eje tractor del musical es Marta Ribera, actriz que lo canta
todo, interpreta lo que le echen, baila cuanto quiere y encandila
al personal. "¿Quién es esa bomba?", preguntaba el público a la
salida. Pues alguien que lleva 18 años poniendo picas en Flandes,
pero que no sale en la caja hipnótica.
Formidablemente dirigido e
interpretado, el duelo canoro entre brigadista y fascistas,
metáfora brillante de la desigualdad de fuerzas en contienda, y
estupendo también todo el tramo final de un espectáculo con
desequilibrios pero que deja buen sabor de boca.
JAVIER VALLEJO.